Llegar a la vejez puede ser una dicha o una desdicha, de acuerdo con la realidad que a cada uno le toque vivir y del lugar donde se viva. La expectativa de vida se ha incrementado en las últimas décadas por diversas causas. La estadística indica que en nuestra provincia, hace dos décadas, las personas de 65 años o más eran 71.698, es decir, el 6,3% de la población. En 2010, la cifra se elevó al 8% de 1.448.200 habitantes que tenía nuestra provincia, de acuerdo con el censo de 2010. La expectativa de vida en Tucumán es de 78 años para la mujer y 72,5 en el hombre. En 1991, el promedio de hijos de las tucumanas era de 3,25, descendió a 2,40 y se estima que una década bajará a 2,15.
Según indica una investigación realizada por un equipo dirigido por una demógrafa, las poblaciones de Simoca, Tafí del Valle y San Miguel de Tucumán son las que han experimentado un mayor envejecimiento. En Simoca, el 10,6 % de sus habitantes (8.976 en total) tienen 65 años o más. En Tafí del Valle, la mayor cantidad de viejos se debe al éxodo de los jóvenes por falta de trabajo (igual que en Simoca) y probablemente a un estrés diferente y a la actividad física. Según la demógrafa, el modelo urbanístico de la capital ha expulsado a los jóvenes a localidades vecinas, como Tafí Viejo, Yerba Buena y Lules. Indicó que algunas de las razones del envejecimiento poblacional es la disminución de la fecundidad y la expulsión de población joven en algunas áreas territoriales, y sea por falta de trabajo, porque buscan mejor calidad de vida, o simplemente porque el acceso a la vivienda es menos onerosa fuera del lugar de nacimiento.
Una experta en geriatría afirmó que en los próximos años, las ciudades con poblaciones envejecidas deberán enfrentar problemas. “Los gobiernos y las instituciones deben hacerse responsables para que vivir más no signifique hacerlo en forma penosa. Hay que lograr un envejecimiento satisfactorio con una amplia y eficaz cobertura de salud, incentivando las redes socio familiares y ofreciendo un buen aporte económico para ellos”, dijo.
En 2012, las proyecciones que efectuó una demógrafa para la Dirección de Estadística de la provincia, indicaba que este año 2015, Tucumán tendría más de 200.000 adultos mayores. La mayoría de quienes tenían hasta 2012 más de 60 años eran mujeres (el 56%). Después de los 80 años, ellas eran casi el doble. La experta señaló en esa ocasión que no estábamos preparados para estos cambios sociales que trae consigo el envejecimiento y que se acentuarían más en los próximos años. Agregó que no se percibía en el Estado una preocupación social sobre el tema, más allá de fortalecer los centros de jubilados.
El próximo gobierno debería avocarse al diseño de políticas públicas que, por ejemplo, elevaran la atención y la calidad sanitaria de esta franja etaria, así como al incremento de auxiliares y profesionales capacitados. La ONU ha señalado recientemente que la felicidad es menos frecuente a medida que las personas envejecen y está relacionada con la falta de recursos pero sobre todo, con la ausencia de un otro. Los ancianos que han perdido a su pareja o que viven solos tienen menos posibilidades de ser felices que los que viven en compañía. En la Argentina, una de cada cinco personas mayores vive sola; la infelicidad es mayor en el nivel socioeconómico más bajo (20,9%); y menor entre los estratos más altos (10%). Posiblemente si los haberes jubilatorios de la mayoría fueran dignos la calidad de vida sería mucho mejor. Alguien solía decir que un hombre no envejece cuando se le arruga la piel, sino cuando se arrugan sus sueños y sus esperanzas.